lunes, 12 de septiembre de 2022


¿POR QUÉ ES IMPORTANTE QUE LA VIOLENCIA SEXUAL NO PRESCRIBA?

Por Ana Francis Mor (Ana Francis López Bayghen)

Diputada del Congreso de la CDMX, II Legislatura

Presidenta de la comisión de Igualdad

No me odie. Sí, soy feminista, pero acéptelo, las feministas estamos de moda. Vale la pena enterarse por qué, no solo porque estamos siendo el movimiento de paz más importante del siglo, también porque su vida, su casa y su oficina, están siendo tomadas lentamente por este paradigma, este cambio de planes.

El feminismo es esa exótica idea de que las mujeres y los hombres tendríamos que tener acceso a las mismas cosas en la vida. Aún no lo tenemos pero estamos en el camino.

El mundo, entre más arriba, menos mujeres. Menos mujeres en los puestos de decisión, en la tenencia de la tierra, en las presidencias de las empresas y de los países. Pero en las bases, entre las personas más pobres, más mujeres y menos hombres. Esta asimetría de poder sistémica (en todos los espacios, en todos los países, en prácticamente todas las culturas), genera una cosa que llamamos patriarcado, que es esta palabra que usamos para definir un sistema, no elegido de manera voluntaria ni democrática, que hace parecer normales los abusos de poder machistas.

Una de las violencias más dolorosas de todas, es la sexual. Porque es difícil de hablar, porque se piensa que es confusa. Créame, para nosotras no es confuso que nos sentimos violentadas. Lo que es confuso es por qué no podemos decirlo en voz alta. Por qué nos cuesta la chamba, las amistades, una posible relación. Porque la educación sexual es maniquea y persiste la idea del sacrificio como una característica innata al ser mujer.

Mi buen amigo Samuel me decía: “es que lo que hasta hace diez años era ¡Mira, ese güey le está siendo su luchita con esa chava!, hoy se le llama acoso y estamos confundidos”. Tiene algo de razón. Porque estaba normalizado que si nos sentíamos incómodas nos teníamos que quedar calladas. Para no incomodar, para no parecer locas o exageradas.

Hablando de la prescripción de los delitos sexuales, por ejemplo. ¿Qué pasa si a una mujer la violaron pero no puede decirlo. Porque le da vergüenza, porque siempre está la duda de si lo podría haber evitado, porque no quiere decirle a su pareja, porque quiere olvidarlo, porque aún no logramos que al denunciar las cosas sean más fáciles para las víctimas. Por tantas y tantas razones que hacen que el mundo tenga tantos obstáculos para nosotras.

Qué pasa si veinte años después, esa misma mujer descubre que es momento de denunciar. Porque ya puede, porque su agresor será electo como presidente de su empresa o alcalde de su ciudad. Porque quiere poner el ejemplo a su hija o porque simplemente ahora ya puede.

¿Quién puede determinar cuántos años necesita una mujer para estar lista? Quién, en este momento del mundo, con todo lo que sabemos que no funciona, con todas las complicidades con las que cuentan los agresores, podría decir que se puede aplicar un determinado número de años que sea justo para nosotras.

La violencia es un continuo. Un evento la comienza, pero no se detiene hasta que no se alcanza la justicia y comienza la restitución del daño. Si usted que me lee, le manda un mensaje a todas las mujeres de su lista telefónica preguntándoles si alguna vez han sido víctimas de violencia sexual, por lo menos el 30% le va a contestar que sí. Si le pregunta lo mismo a los hombres la respuesta será otra muy distinta, se lo garantizo. Eso no es normal.

¿Vale la pena legislar para la imprescriptibilidad de los delitos sexuales? Yo pienso que sí. Hasta que la dignidad se haga costumbre.

 

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